Existe una línea muy estrecha entre ser un mudéjar y un expulsado en España. La historia se remonta entorno el año 1500. En esa época, en Granada, convivían cristianos y mudéjares o musulmanes españoles. Dos religiones con sus costumbres características que pronto serian separadas. Los Reyes Católicos y las grandes autoridades cristianas intentaron convertirlos en nuevos cristianos y hacerlos seguidores de su fe, consiguiendo así un territorio domesticado por una misma cultura. Pretendían bautizarlos para transformarlos en moriscos. Pero, las amenazas y los sobornos no acostumbran a dar buenos resultados y en España cada vez era más importante la presencia musulmana, sobretodo en el Reino de Valencia, Extremadura, Murcia y Andalucía. Tras 117 años de lucha, Felipe III, utilizando como argumento principal la posible colaboración morisca con los franceses, enemigos en aquel momento, en 1609 decretó la expulsión definitiva de los moriscos de España, la cual duró hasta 1616.
En la línea del tiempo de nuestra historia, encontramos numerosas batallas generadas por problemas culturales. La convivencia entre religiones curiosamente no está demasiado aceptada. Es curioso porque, si leemos algunos de sus libros sagrados encontraremos aceptación y amor a todo ser. Entonces, tal vez no se trate de una batalla entre religiones; tal vez los grandes cristianos se encontraban delante un colectivo cada vez mayor al que no se podía controlar con mandamientos, un grupo que parecía tener otra visión de la realidad y que podía arrebatarles el poder. Pero, ¿a qué precio se paga el poder? Para poder mantenerlo hizo falta la expulsión de centenares de personas y su sufrimiento. Ahora nos cuentan la historia y parece un plan maquiavélico y descabellado, pero la lucha por el poder nunca tiene fin. La expulsión fue eficaz, injusta y cruel pero eficaz; y aún serán muchos los años que pasen hasta que convivan dos culturas sin problemas, aún serán muchos los años antes que precedan los valores humanos al poder.
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Un poco más...
1 comentarios:
El miedo a lo diferente siempre ha existido. Cuatrocientos años después, cuando las peluquerías chinas y las carnicerías musulmanas inundan - para bien o para mal, depende de quien y cómo lo diga - nuestros barrios, la resurrección del gobierno del s. XVII y la correspondiente reacción sería digna de una película de ciencia ficción. O de terror. O de domingo por la tarde, en Antena 3.
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